Epistolar

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Escribir cartas es una de esas cosas que dejamos de hacer. Este podcast busca rescatar algo que parece un arcaísmo. Artistas le pondrán la voz y el sentimiento a misivas de distintas épocas y temáticas. En tiempos de tanta inmediatez, Epistolar apuesta por rescatar el valor de la palabra, del contar pausado y del pensamiento. Una idea de Diego Jemio y Tomás Sprei con música original de Leandro Lombardo y José Ferrufino. Buscanos en YouTube como Epistolar Podcast de Cartas y en Instagram como @epistolarpodcast.
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Enzia Verduchi es editora, periodista y poeta. Nació en Italia, pero cuando tenía sólo cuatro años su familia se mudó a México. Y se siente, lo dijo en varias entrevistas, una escritora mexicana. Sus poemas fueron traducidos al inglés, francés, hindi y polaco, entre otras lenguas. Uno de sus libros se llama “Cartas de usurpación”, que pese al nombre no es un libro epistolar sino un bellísimo poemario. Para el episodio de hoy elegimos, por supuesto, una carta. Aquí Enzia deja la poesía, el género que mejor maneja, para escribir, simplemente, una carta de amor. Para acercarse a la maravilla del beso, el silencio, los abrazos cruciales y escribir las formas en las que, punto a punto, se va tejiendo la complicidad entre dos. Lee la actriz María Merlino. *** Urbi: Esta mañana regué las plantas de la casa, observé cómo en algunas macetas han brotado hojitas minúsculas que alegre y desesperadamente buscan la luz. Como un milagro, las violetas florecen en invierno. Luego, a sorbitos, empecé a tomar el café y recordé que me esperaban cuartillas por corregir. Tomé el plumín rojo. Mi intención era retomar la cotidianidad, ser la persona de hace un mes, inútil. Soy como las violetas en medio del frío, tras la ventana, los botones asoman lentamente a través de los días y despuntan en tonalidades cárdenas, rosas y granas. Con el plumín en una mano y un cigarro en la otra, empecé a leer, a revisar las trescientas y tantas planas… ¿Sabías que el cuerpo humano aproximadamente tiene 650 músculos?, ¿y en un beso se utilizan sólo 34? Por supuesto me refiero a esos besos con los que te sube la presión sanguínea y el pulso se acelera a 150 pulsaciones, eso es lo que indica el libro de fisiología que estoy revisando. El músculo orbicularis oris es el más importante para besar. Pienso en el póster de “El beso” de Robert Doisneau que tenemos colgado en la habitación. Doisneau retrató la perfecta utilización de 34 músculos, inmortalizó el orbicularis oris. Hace unos años me enteré que fue una puesta en escena del fotógrafo para la revista America’s Life, esa imagen es tan bella que qué importa. Deberíamos tener esa imagen en nuestras casas, en la oficina o llevarla en la cartera. Con el tiempo las parejas se besan menos y, sin embargo, gente que apenas conoces te orilla instintivamente para que la beses en la mejilla. Es una convención social que no entiendo. El beso es el inicio de todo, el principio de la intimidad y el deseo, cuando buscas con apremio rozar los labios y la piel del otro. El beso lleva a la caricia. ¿Te besé en la mejilla cuando nos conocimos? Estoy casi segura que no. Sabemos que la capacidad de la memoria es relativa, que tus cien mil millones de neuronas y cien billones de interconexiones pueden disentir o conciliar con las mías sobre un momento preciso, una misma experiencia compartida. La certeza es que hemos sido amigos de tantas maneras, hemos reído, guardado silencio y abrazado en momentos cruciales. Es extraño pero la vida nos une en momentos decisivos, con naturalidad volvemos a una conversación donde la última frase se verbalizó unos años antes, volvemos, quizá con distinta madurez, bordando nuestra complicidad. Quisiera recordar todo tal cual sucedió-sucede, Urbi, persistir en la premura del primer beso, la suavidad de la primera caricia. El olor de tu nuca en la funda de la almohada, el modo de tomar la taza del café, las maneras de acomodarte en el sillón cuando lees, esa forma peculiar de decirme: “Ven…”. Mientras escribo esta carta, me percato nuevamente de que las violetas han floreado en invierno sin evocar la alegoría de la primavera y no por ello el color de sus pétalos son menos intensos y su forma perfecta. Mientras escribo, escucho tu llave girar en la cerradura, me percato que amo al que conocí, amo al que estoy conociendo y entra ...

Si te interesa el periodismo… Si sos amante de la no ficción. O si, simplemente, te gustan los libros sobre crímenes seguro conocés al escritor de esta carta y a su obra maestra. Me refiero a Truman Capote y a esa brillante investigación llamada “A sangre fría”. El libro se centra en la historia del asesinato de una familia en un pueblo rural de Kansas. Una serie de muertes sin ningún sentido, que dio lugar a la investigación y al nacimiento de una nueva corriente llamada Nuevo Periodismo. Aunque, para ser sinceros, Rodoldo Walsh ya había hecho algo similar -y tan bueno- en “Operación masacre”. Uno de los asesinos, que luego fue capturado y sentenciado a pena de muerte, se llamaba Perry Smith. Capote investigó a fondo su vida para escribir el libro. Incluso, algunos biógrafos dicen que fueron pareja. Importa poco eso. Lo cierto es que Capote, a raíz de su profunda investigación, conoció muy bien su historia. Pero Perry, claro, sabía muy poco del escritor. Un día, el asesino se lo hizo saber. Le preguntó quién era él y quiso saber de su historia. Capote le contestó esta carta en la que descorcha recuerdos de una vida quizás tan dura como la del asesino. Lee el actor Lucas Ranzani. *** Querido Perry : Ayer por la noche me desperté de repente, pensando: Perry dice que no sabe nada sobre mí, nada a ciencia cierta. Me quedé levantado y dándole vueltas, y me di cuenta de que, en algún sentido, era verdad. No conoces ni siquiera los acontecimientos superficiales de mi vida, que guarda unas cuantas similaridades con la tuya. Fui hijo único, y muy bajito para mi edad: siempre fui el más bajo de la clase. Cuando tenía tres años, mi madre y mi padre se divorciaron. Mi padre (que se ha vuelto a casar en cinco ocasiones) era un viajante de comercio, y pasé gran parte de la infancia recorriendo el sur a su lado. No era malo conmigo, pero nunca me gustó, ni entonces ni ahora. (Nunca lo veo, vive en Nueva Orleans). Mi madre, que sólo tenía dieciséis años cuando me dio a luz, era muy guapa. Se casó con un hombre moderadamente rico, un cubano, y después de cumplir yo diez años fui a vivir con ellos (casi siempre en Nueva York). Por desgracia, mi madre, que sufrió varios abortos y de ello resultaron problemas mentales, se volvió alcohólica y convirtió mi vida en una pesadilla. Acabó suicidándose (somníferos). Dejé la escuela a los dieciséis y desde entonces me he mantenido yo solo: entonces encontré trabajo en una revista (había empezado a escribir a muy temprana edad). Siempre fui una persona precoz, tanto intelectualmente como artísticamente, pero inmaduro a nivel emocional. Y, desde luego, he tenido problemas emocionales, casi siempre por la “pregunta” que tú también me hiciste la última visita y que te contesté sinceramente (y no es que la respuesta no fuera obvia). Este es un currículo muy resumido, pero no estoy habituado a hacer este tipo de confidencias. En cualquier caso, no me importa contártelo. Siempre, Truman

En Epistolar grabamos decenas de cartas de amor. Amor romántico. Amor de padres y madres a hijos. Poliamor. Amores que comienzan. Amores que se rompen. Pero grabamos pocas de amor entre amigos. Quizás sea por los mandatos de “la cultura del macho” y porque aún nos falta mucho en la construcción de las nuevas masculinidades. Por suerte, esta carta es una excepción. Los protagonistas son dos leyendas del Brasil: Vinicius de Moraes y Tom Jobim, que dieron vida al más universal de los géneros de ese país: la bossa nova. Se conocieron a mediados de los 50 y se hicieron más que amigos. Fueron hermanos. Compusieron ese himno que es “Garota de Ipanema” y otras tantas gemas. Vinicius, el autor de esta carta, se casó 9 veces, escribió cientos de canciones y bebió y vivió de juerga tanto como pudo. En esta carta, le escribe a su gran amigo desde una habitación en París. Habla de la saudade, del arte del encuentro y de cómo debe ser el amigo para hacer de esta vida algo más que un mar de lágrimas. Lee el actor Marlon Zé. Si querés apoyar el trabajo que hacemos, podés entrar a la plataforma Cafecito y dejar tu aporte. Hacé click en este enlace. *** Querido Tonzinho, estoy en París, en un hotel con un balcón sobre una plaza que domina toda la soledad del mundo y dice: Buscamos un amigo. No hace falta ser un hombre, sólo hace falta ser humano, tener sentimientos, tener corazón. Hay que saber hablar y callar en el momento adecuado. Sobre todo, debe saber escuchar. Debe gustarle la poesía, el amanecer, los pájaros, el sol, la luna, el canto de los vientos y el murmullo de las brisas. Deben sentir amor, un gran amor por alguien, o extrañar no tenerlo. Hay que amar al prójimo y respetar el dolor de los demás. Debe guardar un secreto sin sacrificio. No es necesario que seas puro o totalmente impuro, pero no debes ser vulgar. Deben tener un ideal y tener miedo de perderlo. Si no es así, debe darse cuenta del gran vacío que esto deja. Debe tener cualidades humanas. Su principal objetivo debe ser ser un amigo. Debe sentir compasión por la gente triste y entender la soledad. Debe amar a los niños y compadecerse de los que no han nacido y de los que no han podido vivir. Que disfrute de los mismos gustos. Que se conmueva cuando se le llame amigo. Un amigo que sabe hablar de cosas sencillas y de recuerdos de la infancia. Necesitas un amigo que te cuente las cosas bonitas y tristes que has visto durante el día; los logros, los sueños y la realidad. Te deben gustar las calles desiertas, los charcos, los bordes de las carreteras, el olor a lluvia y tumbarte en la hierba cubierta de rocío. Uno necesita un amigo que le diga que la vida merece la pena ser vivida, no porque sea bonita, sino porque uno ya tiene un amigo. Debe ser Don Quijote sin, sin embargo, despreciar a Sancho. Uno necesita un amigo para ser consciente de que sigue viviendo Vinicius de Moraes

Este proyecto lleva más de tres años y tengo confianza como para contarte algunas cosas. Me cuesta mucho guionar estas líneas. En pocos minutos, a veces en apenas uno, intento resumir una vida, invitarte a escuchar una carta y, por qué no, provocar un contagio de lectura. Esa dificultad aparece en personajes como este. Carmen Mondragón fue pintora, profesora, poeta, modelo y musa de muchos pintores. Nació en México en 1893 y vivió su infancia y parte de su juventud en París, donde fue educada. En Francia y España conoció a Picasso y Matisse, que fueron importantes para iniciarse en el arte. Cuando volvió a México, en plena revolución, se casó con el pintor Manuel Rodríguez Lozano, con quien tuvo un hijo, que murió de pequeño. Ese hecho trágico -y el detalle de que él era homosexual- terminó con el matrimonio. Luego conoció al pintor y vulcanólogo Dr.Atl, uno de sus grandes amores y quien la rebautizó como Nahui Olin que en lengua náhuatl significa “sol de movimiento”. Apenas la conoció, él quedó prendado por esa belleza irrepetible. La misma noche escribió en su diario: “Entre el vaivén de la multitud que llenaba los salones se abrió ante mí un abismo verde como el mar; profundo como el mar: los ojos de una mujer. Yo caí en ese abismo, instantáneamente como el hombre que resbala de una alta roca y se precipita en el océano. Atracción extraña, irresistible. (…) ¿Cómo es posible que en un hombre como yo pueda encenderse una pasión con tal violencia?” Lo cierto que es, claro, cayó en esa pasión. Se enamoró de esa mujer bellísima, inteligente y con una férrea militancia por la libertad. Ella se destacó no sólo por su obra artística; una obra que la crítica desdeñaba por naif, pero que tiene una reivindicación de la autonomía femenina. Ser retratada era parte de su obra y posaba sin distinción para las revistas populares y para los grandes muralistas mexicanos. Elegir sólo una carta nos parecía un desperdicio, darles sólo migajas de un manjar que nosotros disfrutamos muchísimo. Ésta es entonces una selección de misivas que Nahui Olin le escribió al Dr. Atl. Parte de esta historia está en el precioso libro “Totalidad sexual del cosmos”, del español Juan Bonilla. Lee la actriz Cheryl Sue Ortiz. ****

Esta es la historia de una mujer valiente y talentosa en una época en la que las mujeres no podían salirse del libreto. Los tucumanos dicen que es tucumana. Y los salteños juran lo propio en una disputa tan estéril como las fronteras y los límites entre provincias. Lo cierto es que Dolores Candelaria Mora Vega nació un 17 de noviembre de 1866. Tomó clases de dibujo y pintura con el italiano Santiago Falcucci, de quien aprendió las técnicas del neoclasicismo y el romanticismo europeo. A partir de ahí, se hizo famosa en Tucumán retratando a las personalidades de la clase alta de esa provincia. Viajó a Buenos Aires, donde recibió una beca para perfeccionar sus estudios en Europa. Se instaló en Roma y tuvo como maestro a Giulio Monteverde, a quienes algunos llamaban el “nuevo Miguel Ángel”. Fue él quien le recomendó dedicarse a la escultura y abandonó la pintura para siempre. Ya de regreso en Argentina, Lola Mora era una celebridad. Tucumán le encargó la estatua de uno de sus personajes más célebres: Juan Bautista Alberdi. Al tiempo, ella ofreció al gobierno de Buenos Aires la que iba a ser su obra más famosa: “La Fuente de las Nereidas” para colocarla en la Plaza de Mayo. La fuente, hecha en mármol blanco de carrara, representa a las nereidas asistiendo al nacimiento de la diosa Venus. Cuando las señoras bien de Buenos Aires descubrieron esas estatuas bellísimas, pero desnudas, pegaron el grito en el cielo. Estalló el escándalo porque creían inapropiado que se exhibieran esos muslos desnudos justo al frente de la Catedral. Lola Mora les contestó con esta carta abierta que ahora vas a escuchar. Hoy en día, la Fuente de las Nereidas se puede ver, pero en la Costanera Sur de la ciudad, donde fue llevada por pedido de aquellas señoras. Lee la actriz Julieta Teruel. *** No pretendo descender al terreno de la polémica; tampoco intento entrar en discusión con ese enemigo invisible y poderoso que es la maledicencia. Pero lamento profundamente que el espíritu de cierta gente, la impureza y el sensualismo hayan primado sobre el placer estético de contemplar un desnudo humano, la más maravillosa arquitectura que haya podido crear Dios (…) Cada uno ve en una obra de arte lo que de antemano está en su espíritu; el ángel o el demonio están siempre combatiendo en la mirada del hombre. Yo no he cruzado el océano con el objeto de ofender el pudor de mi pueblo (…) Lamento profundamente lo que está ocurriendo pero no advierto en estas expresiones de repudio –llamémoslo de alguna manera- la voz pura y noble de este pueblo. Y esa es la que me interesaría oír; de él espero el postrer fallo. Lola Mora

Ingeborg Bachmann y Paul Celan fueron dos de los poetas en lengua alemana más notables de la segunda mitad del siglo XX. Tuvieron una relación amorosa, intelectual y epistolar. Se mandaron cartas durante más de 15 años y buena parte de esos textos están en un libro, que recomendamos ampliamente, llamado “Tiempo del corazón”. En esas casi 200 cartas, aparecen sus preocupaciones históricas sobre la Europa de la segunda posguerra, el desasosiego y los temores después de los campos de concentración. Para este episodio elegimos una carta con espíritu de encuentro. Ella le dice que quiere verlo en París. Que quiere caminar al borde del Sena tomados de la mano. “Para mí eres desierto y mar y todo lo que es misterio”, le confiesa la poeta. Lee la actriz María Fiorentino. *** Viena, 24 de junio de 1949. Querido: Porque ni lo pensé, hoy, el día anterior –el año pasado también fue así–, llegó tu postal, en vuelo directo a mi corazón, sí, es así, te quiero, en aquel entonces jamás lo dije. He vuelto a sentir la amapola, profunda, muy profundamente, tu magia ha sido tan maravillosa, jamás podré olvidarlo. A veces lo único que quisiera es irme y llegar a París, sentir que tocas mis manos, que me tocas entera con flores, y después otra vez no saber de dónde vienes y adónde vas. Para mí eres de la India, o de un país aun más lejano, oscuro, marrón; para mí eres desierto y mar y todo lo que es misterio. Sigo sin saber nada de ti y por eso muchas veces tengo miedo por ti, no puedo imaginarme que tú debas hacer lo que los otros hacemos aquí, yo debería tener un castillo para nosotros y traerte conmigo, para que puedas ser allí mi señor encantado, tendremos muchas alfombras allí y música, e inventaremos el amor. He estado pensando mucho. “Corona” es tu poema más bello, es la anticipación perfecta de un instante donde todo se vuelve mármol y es para siempre. Pero para mí aquí no será “tiempo”. Tengo hambre de algo que no me darán, todo es chato y flojo, está cansado y gastado antes del uso. Para mediados de agosto quiero estar en París, un par de días solamente. No me preguntes por qué, para qué, pero quiero que estés para mí, una noche o dos, tres... Llévame al Sena, vamos a mirar y mirar bien adentro hasta que nos hayamos vuelto pececitos y nos reconozcamos. Ingeborg

En Epistolar publicamos muchas cartas contemporáneas, de personajes que son fácilmente identificables por todos. Pero también nos gustan las históricas, de un pasado que, de alguna forma, conversa con este nuestro presente. La carta de hoy tiene poco más de 350 años. En 1669, apareció en París un pequeño libro llamado “Cartas portuguesas”, que contenía cinco misivas atribuidas a una mujer llamada Mariana Alcoforado. Cuando era apenas una adolescente, ella se convirtió en monja de clausura por deseo de su padre. Un día, se enamoró del conde Noël Bouton de Chamilly al verlo desfilar a caballo. Incluso el hermano de la religiosa facilitó el encuentro. La historia de amor no dejó demasiada tela para cortar. Al menos no para el soldado francés. El conde la sedujo, la enamoró y, sin demasiado aviso, partió a Francia. Pero por suerte quedan las cartas. Los textos se convirtieron en un documento imperecedero de ese amor ilícito, de ese fuego que salía del encierro... Y tuvieron tanto éxito que llegaron a influir en autores como Stendhal y se convirtieron en modelo para manifiestos feministas.. Acá va una carta pionera. Un auténtico brevario del amor. Lee la actriz, guionista y productora Natalie Smith. *** Oh! ¡Pobre de mí! ¡Soy digna de lástima por no poder compartir mis penas contigo y verme sola, completamente sola, ante tanta desventura! Este pensamiento me mata y muero de terror de pensar que jamás hayas gozado lo suficiente de nuestros placeres. Ahora sí conozco la falsedad de tus sentimientos. Me engañaste cada vez que me dijiste que tu mayor placer era estar a solas conmigo. Debo sólo a mis impertinencias tus desvelos y arrebatos. A sangre fría te hiciste el propósito de iniciar este incendio en que me abrasaste toda. No consideraste mi pasión sino como una victoria, sin que jamás tu corazón hubiera sido conmovido entrañablemente. ¿Serás tan infame y tan indelicado, como para nunca haber sabido gozar de mis éxtasis? ¿Y cómo es posible, si no fuese así, que con tanto amor no hubiera podido hacerte completamente feliz? Lloro sólo por el amor que te tengo, las delicias infinitas que has perdido... ¿Por qué fatalidad no quisiste disfrutarlas? ¡Ah! Sí conocieses esas delicias, hallarías, sin duda, que son más que la satisfacción de haberme engañado. Te habrías dado cuenta de que somos más felices y más tiernos amando ardientemente… que siendo amados.

Bienvenidos y bienvenidas a la cuarta temporada de Epistolar. Y al episodio 126 desde el inicio de este proyecto. Estamos muy contentos por reencontrarnos con ustedes y por seguir compartiendo el amor por las cartas. La melodía que escuchaste en la presentación fue compuesta por José Ferrufino. Y los intérpretes son Noelia Antelo en violín y el mismo José en guitarra. Desde Kafka a Juan Rulfo, la complejidad del vínculo padre e hijo dio páginas maravillosas en la historia de la literatura. El episodio de hoy nace por el amor a un libro que habla, justamente, del vínculo de un chico con su adorable padre. “El olvido que seremos” fue escrito por el colombiano Héctor Abad Faciolince como una biografía novelada de su familia, de la violencia en Colombia y, por supuesto, del amor infinito por su papá, el médico y activista Héctor Abad Gómez. En las páginas finales de ese libro, el autor cuenta que cuando era joven estudió en Italia. Estaba deprimido, quería dejar la carrera e incluso insinuó que le pesaba la vida. Su papá le contestó esta carta que vas a escuchar ahora. Un texto luminoso, lleno de confianza y de fuerza. Y, por supuesto, lleno del amor gratuito de un padre a su hijo. Lee el actor Phánor Terán.

Llegamos al episodio 125 desde el inicio de este podcast y el último de la tercera temporada de Epistolar. Queremos darte las gracias por estar ahí. Estamos muy felices porque cada vez somos más. En nuestras redes te contaremos las novedades y cuándo saldrá la cuarta temporada. Pero ahora vamos a lo que más nos gusta: las cartas. Mary Wollstonecraft fue escritora y filósofa. Nació en Londres en 1759. Es importante hacerse a la idea de la época para dimensionar su valentía. En 1792, escribió una obra fundamental para la historia del feminismo llamada “Vindicación de los derechos de la mujer”, lo que la convirtió en una escritora profesional, un rareza para la época. En esas páginas, decía que si la mujer era menos hábil en los quehaceres políticos era, simplemente, porque no se le permitía acceder a la educación con igualdad de condiciones que los hombres. Proclamaba la necesidad de una educación mixta. Y criticaba duramente al matrimonio. Decía que era un mero contrato de compra por parte del hombre por la falta de igualdad de los sexos. Ella misma se casó dos veces. Al terminar su primer matrimonio, su situación económica era desesperante. Tiempo después, un conocido se acercó para darle un consejo. Le sugirió casarse de nuevo porque sólo de esa manera podría recuperar la respetabilidad social. Esta carta es la respuesta indignada y brillante de la pionera del feminismo. Lee la actriz Victoria Lerario. ****** Señor: Es contrario a mi naturaleza cuidar mis palabras, por lo tanto voy a decirle clara y directamente lo que pienso. Soy una mujer pobre y carezco de medios, aún así mi espíritu jamás se doblegará o tomará caminos indirectos para llegar a resultados que desprecio. Más aún, si para sobrevivir me viera obligada a actuar en contra de mis principios, le aseguro que la batalla terminaría pronto. Puedo soportarlo todo, excepto el menosprecio para conmigo misma. En pocas palabras, lo que es insultante es la suposición de que, aun por un instante, yo haya podido pensar en prostituirme para que un marido me mantenga, ya que ésa es la manera en que considero l conveniente casamiento que Usted propone. Yo, señor, considero al bien y al mal en abstracto y nunca las palabras o las opiniones de otros me protegerán de los reproches de mi corazón o de mi propio discernimiento. No necesito agregar más. Discúlpeme si le digo que no quiero volver a ver a alguien que ha confundido tanto acerca de mi forma de ser. Soy pobre, aún así puedo vivir sin sus generosos ofrecimientos Mary Wollstonecraft.

Ella era El Gorrión de París. Una de las voces más extraordinarias de la chanson. Él tenía los mejores puños de Francia. Campeón mundial de los mediados. Y juntos protagonizaron una historia de amor intensa, que sólo el destino pudo separar. Edith Piaf y Marcel Cerdán se conocieron cuando la Segunda Guerra Mundial apenas terminaba. En ese entonces, él estaba casado y tenía tres hijos. Comenzaron un romance, que primero fue a escondidas y luego a los cuatro vientos. Ella lo adoraba. Era para el boxeador una suerte de ángel, que lo alentaba en cada una de sus peleas. Él decía de sí mismo: “Soy un boxeador bruto y afortunado de tener el amor de semejante mujer”. El amor estuvo marcado por las distancias y los viajes de dos celebridades. El 27 de octubre de 1949, Cerdan tomó un vuelo de París a Nueva York. Debía entrenarse para el combate con Jake LaMotta, pero también lo hacía para encontrarse con ella, que estaba realizando presentaciones en EEUU. Algunos días antes, ella le había pedido que cambiara el pasaje de barco por uno de avión. Quería que pasaran más tiempo juntos. El avión en el que viajaba Cerdan se estrelló en una isla portuguesa, poco tiempo después de partir. Edith Piaf tuvo luego otros amores, pero nunca más se recuperó de esa pérdida. Luego su vida se fue hundiendo en el pozo de la droga, el alcohol y la depresión. En esta carta, la cantante le expresa todo su amor, sus miedos de perderlo y sus deseos desesperados de estar con él. “Te amo irracionalmente, anormalmente, locamente”, le confiesa. Lee la actriz Viviana Saccone. ****** Cheri, Cheri... Tengo tantas cosas para decirte y después todo, todo se precipita y me doy cuenta que cada vez que termino una carta, había todavía mil cosas para escribir y que otra vez es demasiado tarde. La única frase que no me olvido jamás es que te amo cada día más... es que estoy completamente loca por vos. Es verdad mi adorado, cada vez me acostumbro menos a nuestras separaciones y mi corazón se desgarra cada vez un poco más. Te quiero tan profundamente, tan fuerte en mi, estoy impregnada de vos que solo tengo una idea: hacerte feliz. Sería capaz de todo por tu felicidad. Si vos supieras las ideas que me atraviesan la mente, tengo tanto miedo que te apenes por culpa mía, no quiero ser una traba para tu corazón. Cuando me doy cuenta, mi amor el lugar que ocupan en tu corazón tus tres pequeños, tengo ganas de partir muy lejos... que... tal vez me estarás agradecido de que lo haya hecho. Tu vida está construida sobre cosas que has querido...que hay veces... tengo miedos atroces. Oh Chéri, Dios es testigo que en esta historia no pido nada y que estoy preparada para sacrificar todo. ¿Pero hasta cuando podremos vivir así? ¿Una carta, un teléfono, una estúpida coincidencia puede traicionarnos y entonces? ¿Qué será de nosotros? ¿Cuál será la reacción? ¿Pensaste en esas cosas? ¡No quiero que un día me guardes rencor por lo que pueda pasar! Esto se vuelve cada vez más difícil para nosotros y mi corazón tiembla cada minuto! quiero que pienses en nosotros más fríamente, que mires bien en el fondo de vos y saber también las responsabilidades a enfrentar por si acaso..! (.....) Como estas? Yo estoy preocupada, me haces temblar todo el tiempo. ¿Puede ser en América ? vamos finalmente a ser felices. Chéri, te amo tanto, no podes saber a qué punto, haría cualquier cosa en el mundo por vos. Me arrojo en tus brazos que me encantan, te pertenezco pequeño adorado que amo. Yo te amo irracionalmente, anormalmente, locamente, y nada puedo hacer para evitarlo. La culpa es tuya, eres magnífico. Abrázame con el pensamiento entre tus brazos, impídeme respirar y piensa que nada cuenta en el mundo aparte de tú y yo, te lo juro por mi voz, mi vida, mis ojos.

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