Era un hombre de escandalos que estaba muy lejos del niño tranquilo y tímido que alguna vez fue. Los conciertos en vivo de The Doors eran llamativos, dándole su carácter mítico a la banda y Jim Morrison estaba siempre en el centro. Creó una figura escénica que despertaba el deseo de mujeres y hombres por igual. Con sus ajustados pantalones de cuero negro, bailaba como en trance al ritmo de la música, escenificándose como un chamán. Otras veces hacia una pausa y comenzaba a recitar poesía, y otras simplemente se lanzaba a la multitud sin avisar. The Doors es la especie de banda que divide y polemiza: para algunos solamente son un monton de músicos mediocres sobrevalorados por la publicidad de su cantante principal quien nunca fue ni poeta ni escritor ni nada; para muchos otros son la agrupación musical más completa de la Historia y la más influyente. Por eso, este camino de Gigantes recibe a James Douglas Morrison, el aprendiz de poeta que terminó enterrado entre poetas y que nunca dejó de ser “El Rey Lagarto”.